Artículo Científico

Tratamientos novedosos para la hiperplasia benigna de próstata

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PUNTOS CLAVE

RESUMEN

La hiperplasia benigna de próstata (HPB) afecta a más de la mitad de los hombres mayores de 50 años, y más de la mitad de ellos desarrollan síntomas del tracto urinario inferior (STUI). Aparte de los medicamentos actuales, este artículo revisa las moléculas actualmente en desarrollo para tratar la HBP/STUI.

COMENTARIO

Los tratamientos actuales para tratar la HBP incluyen principalmente los bloqueantes α y los inhibidores de la 5α‑reductasa. Como fármacos de segunda línea, existen los inhibidores de la fosfodiesterasa 5 (IDPE5), los antagonistas de los receptores muscarínicos y los agonistas de los receptores β3.

Los nuevos fármacos en desarrollo se centran en evitar los efectos adversos actuando por otras vías, así como en atacar los factores relacionados con el origen y progresión de la enfermedad (por ejemplo, la proliferación de las células estromales de la próstata y la inflamación).

Son muchos los fármacos para tratar la hiperplasia benigna de próstata que se han evaluado en ensayos clínicos, pero sus beneficios y seguridad han de ser confirmados en ensayos grandes, aleatorizados y comparados con placebo o con un fármaco estándar. Algunos ejemplos de fármacos con nuevos mecanismos de acción son los siguientes:

  • Carotenoides. Son suplementos nutricionales que han mejorado los STUI en un ensayo clínico de fase II. Actualmente, hay que esperar los resultados de un ensayo clínico aleatorizado de fase III en el cual se comparó la seguridad y eficacia de los multicarotenoides con el placebo.
  • Antagonistas de la hormona liberadora de la hormona luteinizante (LHRH). El degarelix, teverelix, cetrorelix y ozarelix se han usado para tratar el cáncer de próstata, ya que reducen los niveles de testosterona. Además, mediante su acción sobre los receptores de LHRH presentes en la próstata, reducen el tamaño de la próstata y los STUI. Los ensayos clínicos han evaluado el efecto de los diferentes antagonistas de los LHRH, sin ningún resultando convincente hasta el momento.
  • Antiinflamatorios no esteroideos (AINE). Se han estudiado algunos AINE (por ejemplo, el celocoxib y el loxoprofen) para prevenir la HBP y tratar la nicturia. Sus efectos antiinflamatorios podrían retrasar la HBP. En un metanálisis de tres ensayos clínicos se encontró una mejoría de los síntomas prostáticos en comparación con placebo. Sin embargo, otros estudios han demostrado lo contrario. Por tanto, habría que confirmar el efecto de los AINE en estudios con un tamaño muestral más grande.
  • NX-1207. Es un compuesto antiapoptótico que se inyecta directamente en la zona agrandada de la próstata, sin necesidad de anestesia ni sondaje. Un ensayo clínico demostró una mejoría de los síntomas después de 3 meses de tratamiento, en comparación con finasterida. Sin embargo, dos ensayos clínicos de fase III no han logrado alcanzar el objetivo final de eficacia.
  • Toxina botulínica de tipo A. Se cree que puede relajar la próstata y mejorar la HBP/STUI inhibiendo la liberación de acetilcolina. Algunos estudios de fase II han encontrado una mejoría de los síntomas (uno de los estudios, con un marcado efecto placebo), pero otros no han encontrado diferencias con placebo.
  • Fitoterapia. Serenoa repens, Pigeum africanum y las semillas de palmito no han demostrado superioridad frente a placebo en el tratamiento de los STUI. Un ensayo clínico de 2017, con 115 pacientes, encontró que el equol (isoflavona de la soja) disminuía el tamaño prostático y mejoraba el flujo máximo en comparación con placebo. Otro estudio aleatorizado llevado a cabo en 176 pacientes encontró que las isoflavonas mejoraban el IPSS y el flujo máximo solo ligeramente en comparación con placebo.
  • Granada. Todavía no se han publicado los resultados del estudio de fase I que investiga los efectos de la granada en los STUI. La granada contiene polifenoles, que tienen propiedades antioxidantes, antiinflamatorias y proapoptóticas.
  • PRX302. Es una proteína que se inyecta en la próstata y que, activada por el antígeno específico prostático (PSA), lleva a la muerte de las células de la próstata. Su eficacia se ha demostrado en ensayos clínicos de fase I, II y III; los efectos adversos son leves o moderados, sin ningún impacto negativo a la función sexual.

Algunas de estas terapias emergentes han demostrado alivio en los pacientes en los ensayos clínicos. Sin embargo, los efectos a largo plazo no se conocen. No es posible tampoco comparar las diversas variables (eficacia, coste y efectos adversos) con los tratamientos tradicionales. Actualmente, varios ensayos clínicos evalúan medicamentos que se centran en rutas terapéuticas ya conocidas o que exploran nuevos objetivos. Habrá que esperar para evaluar su eficacia.

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https://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/14728214.2017.1369953

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